El martes, tres días atrás, Dios literalmente movió una montaña para mí, para mover otra montaña fuera de mi vida.
Por muchas semanas antes de mi viaje a Costa Rica, Juan había sido orando sobre mis temores. Él me dijo, "No es la voluntad de Dios que tengas miedo."
Yo le dije, "Mis inseguridades son un parte de mi personalidad. Siempre lucho con ansiedad cuando cosas estresantes ocurren, pero todo está bien. Dios me ayuda cada vez. Yo medito en las promesas en su Palabra, y Dios me calma."
Juan no acordaba. Aunque yo estaba demasiado orgullosa que lo admita, sabía que Juan tenía razón. En secreto, me pregunté, "¿Cómo podría Dios me libere de mi miedo? "
Un día, este versículo tocó mi corazón: "Porque de cierto os digo que cualquier que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho." (Marcos 11:23)
Yo dije, "Mi montaña es miedo. Por favor, Padre, mueve la montaña de miedo de mi vida."
Aún así, pensé, "¿Cómo es posible?"